En un mundo donde cada minuto perdemos en árboles y selvas tropicales el aproximado de diez canchas de futbol, y digo perdemos porque olvidamos que nos pertenece, es necesario hablar al respecto no desde una óptica educativa que probablemente olvide cinco minutos después sino hacer visible ese vínculo tan profundo y por consiguiente a veces imperceptible entre las decisiones cotidianas y el hecho de que cada día como humanidad perdamos aproximadamente 17 mil kilómetros cuadrados en árboles y selvas tropicales según la WWF.

proteger y restaurar los bosques, foto extraida de diariosustentable.com
Claro está, para entender la perspectiva que deseo poner en evidencia es pertinente mencionar que la agricultura animal y el cultivo de soya son solo unos de los principales responsables de este ecocidio. Sería sencillo culpar la industria de la agricultura animal por esa deforestación vorágine, o a los mismos animales pues ellos consumen el 75% de la soya cultivada a nivel mundial pero el tema es mucho más complejo. Personalmente antes que culpar prefiero el concepto de “asumir responsabilidad” porque asumir de forma consciente conlleva a acciones reparadoras.
Sin más preámbulos me gustaría incitar a una reflexión sencilla ¿Qué sintió la última vez que se le dañó o perdió un objeto importante? Así, ¿Qué hizo después al respecto? Probablemente la respuesta a la primera pregunta no fue muy alentadora y la segunda implicó actos concretos, el análisis que viene a partir de esto cuenta con tres puntos centrales, el primero radica en que cuando somos conscientes de la utilidad inmediata de algo hacemos todo lo posible para cuidarlo, o en este caso repararlo o remplazarlo, segundo, cuando esto sucede raramente pensamos en lo que implica para el planeta remplazar aquel objeto, pero entonces tercero, ¿Por qué si nuestro hogar (el planeta tierra) enfrenta uno de los peores momentos, no nos sentimos directamente concernidos?
Para intentar dar respuesta a esta pregunta quisiera hacer uso del concepto “alienación en el trabajo” de Karl Marx, pero trasladado al ámbito ecológico, es decir, un trabajador que se encuentra desconectado del producto final que él mismo ayudo a crear, se asimila a la forma en que habitamos el planeta tierra en el sentido que los occidentales nos encontramos mayoritariamente en ciudades tan artificiales que olvidamos que estamos rodeados de naturaleza altamente modificada y peor aún que somos naturaleza y que dependemos de ella para existir. Como resultado de esta alienación ignoramos la relación causal directa entre nuestras maneras de consumir y sus consecuencias pues estas no parecen evidentes ni observables.
Lejos de haber querido desarrollar una crítica al sistema capitalista y al mundo artificial que a su antojo nos ha vendido y que sin peros hemos aceptado, es oportuno llegar a la conclusión de que si bien la industria tiene una enorme responsabilidad en este ecocidio, todos y todas tenemos una responsabilidad que asumir con cada decisión cotidiana porque incluso no comiendo carne una vez a la semana, nos libra de la responsabilidad de ser autores intelectuales y financieros de la deforestación de 17 mil kilómetros cuadrados de selva tropical, al menos, por ese día.
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